El apóstol Santo Tomas es un óleo atribuido a Velázquez, perteneciente a su primer etapa y pintado en Sevilla entre 1618 y 1620.
El santo aparece de riguroso perfil, envuelto en un pesado manto castaño anaranjado surcado por profundos pliegues. Julián Gallego destacó la calidad de las manos, estudiadas del natural, con las que sujeta en la derecha un libro abierto encuadernado en pergamino y en la izquierda una pica o lanza que lleva al hombro. La iluminación intensa, dirigida desde la izquierda, ha llevado a que se recuerde con frecuencia a propósito de este cuadro el naturalismo caravaggista y su sistema de iluminación tenebrista.
Su identificación como el apóstol santo Tomás, habitualmente representado con una escuadra, es posible además de por la inscripción que lleva en la parte superior, por la pica, atributo no infrecuente y del que se vale también el Greco en alguno de sus apostolados.
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